Capítulo 44

Tributos, espero que os guste este capítulo, porque aquí he resumido unas 50 pags del libro original en un solo capítulo, pero vamos, es a Peeta no le pasa nada en esta parte :S
Disfrutad ;)

No puedo seguir vivo, pienso cuando por fin algo de cordura llega a mi mente. Espero, temiendo hasta respirar, la siguiente pesadilla pero esta no llega. Aún no me fío, no sé cuánto tiempo he estado inconsciente y ni siquiera estoy seguro de haber despertado. Creo que he muerto y que estoy en el infierno porque ningún lugar puede ser tan horrible. Aparte del dolor, que sigue siendo insoportable, he tenido miles de alucinaciones, he visto a Katniss morir de millones de formas diferentes, sus gritos de dolor tan reales todavía resuenan en mis oídos.

No ha sido solo Katniss a la que he visto torturada, en menor medida también estaban entre mis pesadillas las muertes de toda mi familia y de Delly, a los que he visto atacados por las rastrevíspulas y por serpientes negras. Y el sueño en el que yo moría aplastado por un pan gigante todavía sigue presente en mis recuerdos.

Abro los ojos y hasta ese gesto me produce dolor. Es de día y no sé donde estoy, a mi alrededor solo veo árboles (como siempre desde que llegué a la arena). Tengo sed y siento la boca seca. No sé como encontrar agua y como tampoco puedo moverme me paro a escuchar. Oigo el canto de los pájaros, las pisadas de los pequeños animales y un rumor...Sí, creo que estoy cerca del río...Pero no puedo pensar claramente y no se muy bien desde donde viene el sonido.

Es peligroso quedarme aquí y empiezo a moverme. No sé como lo consigo pero al final, ayudándome de los brazos para arrastrarme y siguiendo mi instinto, consigo llegar al río. Llego a la orilla y bebo agua. No me creo capaz de moverme de donde estoy, así que me entierro en el barro y me quedo tumbado boca arriba, esperando la muerte.

Esta no llega, lo que si vienen son nuevas pesadillas, esta vez provocadas por la fiebre en vez de por el veneno. No sé cuáles eran más terribles, si las primeras donde veía muertes brillantes o las que sufro ahora, donde todo es mucho más real y sueño que estoy atrapado en una niebla densa y no puedo moverme.

Estoy tumbado aquí lo que me parece mucho tiempo, medio muerto e inconsciente la mayor parte del tiempo. No sé si Katniss sigue viva y creo que esa incertidumbre es lo peor de todo. Todas las noches, al sonar el himno, abro los ojos y miro con temor al cielo, deseando no ver ahí el rótulo de distrito 12 bajo su rostro. No aparece, así que mi esperanza perdura, ahora es lo único que me queda. Mientras ella viva, de alguna manera, todo está bien.

No pasa mucho más estos días aparte de que creo me estoy empezando a volver loco, mis alucinaciones no remiten. Al principio tenía hambre, ahora ya no siento nada, ni siquiera dolor en la pierna. Podría decir que es casi un alivio, pero no, tengo miedo, creo que en estos momentos estoy más muerto que vivo.

Un día, unos pasos me despiertan de una de mis pesadillas. Abro los ojos muy lentamente, solo lo suficiente como para ver a un chico que avanza despacio, arrastrando una pierna tiesa y apoyado en una rama que le sirve de bastón. Le reconozco, es el chico cojo, creo que del distrito 10. Veo como se agacha a beber agua y se sienta en una roca. Está muy delgado y pálido, en mi mente trastornada, le veo como un fantasma. Mis músculos se tensan y permanezco lo más quieto que puedo.

Al rato, oigo más pasos, de más personas. Son los profesionales que quedan: Cato, Clove y Marvel. El chico del distrito 10 les ve aparecer y ni siquiera intenta huir, se cae de rodillas y se queda ahí, quieto, lágrimas silenciosas rodando por sus mejillas. Su vida acaba cuando Clove le clava uno de sus cuchillos en el pecho. El aerodeslizador se lleva el cadáver y los profesionales se alejan celebrándolo. Ninguno de ellos me ha visto, aunque han estado a punto de pisarme varias veces.

Esa misma tarde, oigo una explosión que llega a través de mis embarrados oídos y me retumba en la cabeza. Ha sonado cerca y me pregunto qué habrá sido. Por la noche, aparece en el cielo la cara de Andrew y la del chico del 10 entre las estrellas. Estoy demasiado enfermo como para apenarme por sus muertes.

Al día siguiente, aparecen en el cielo dos caras: la de Marvel y la de la pequeña Rue. Por ella, derramo una lágrima, no merecía morir. En realidad, nadie lo merecía. Me sube la fiebre de nuevo y dejo de pensar en las injusticias de los juegos.

No pasa nada más interesante hasta que después de un día sin muerte, oigo algo más que el himno del Capitolio. Suenan unas trompetas y acto seguido, una pastosa voz resuena por los altavoces distribuidos por toda la arena. Reconozco a Claudius Templesmith, me imagino que va a ploclamar un banquete, pero no puedo estar más equivocado:

-Tributos supervivientes de los 74º Juegos del Hambre-Comienza.-Tengo el honor de anunciaros que debido a una serie de diversas causas, el Consejo de Vigilantes ha decidido cambiar una regla en los juegos que quedará patente a partir de ahora. La nueva norma es la siguiente: “Los dos tributos del mismo distrito se declararán vencedores si son los últimos supervivientes”. Este ha sido el único anuncio, y recordad, que la suerte esté siempre siempre de vuestra parte.

Tardo unos instantes en asimilar sus palabras y cuando lo hago, comienzo a reír como un demente, pero paro antes de que nadie pueda oírme. Eso solo puede significar que Katniss sigue viva, porque si no solo quedaría la pareja de Cato y Clove. Por primera vez desde que salió mi nombre en la cosecha, puedo permitirme pensar en no morir en los juegos, podemos ganar los dos, en estos momentos, a pesar de estar a las puertas de la muerte en el lugar más peligroso que me puedo imaginar, soy la persona más feliz del mundo. No me puedo borrar de la cara la sonrisa de bobo que se me ha quedado y esta noche es la primera en mucho tiempo en la que no tengo pesadillas, estoy convencido de que Katniss no tardará en venir a buscarme, solo me queda esperar quietecito a verla de nuevo otra vez. A pesar de que a estas alturas estoy ya bastante deshidratado, no puedo evitar que lágrimas de alegría corran por mis mejillas limpiando parte del barro que me cubre la cara.