Capítulo 31

Listo ;) Que os guste mucho, queridos tributos.

Nos ponemos en marcha antes de la puesta de sol, a los profesionales les gusta cazar de noche porque tienen linternas y antorchas. También tienen unas gafas oscuras con las que se puede ver en la oscuridad, pero se las agencian Cato y Glimmer, así que me tengo que contentar con llevar una antorcha que echa chispas sin previo aviso, las cuáles queman de verdad y me rozan la cara, así que intento alejarla lo más posible de mí, pero bastante difícil se me hace ya andar entre el tobillo herido, el terreno del bosque y la oscuridad como para encima tener que preocuparme de no quemarme. Al final, Marvel me acaba cambiando la antorcha por una linterna y se dedica a moverla de un lado a otro con gesto amenazante como si fuese una espada y despertando a todos los animales que hay a nuestro alrededor, que sueltan gruñidos y aullidos de protesta.

Es la primera vez que veo una linterna y durante un rato me dedico a jugar con ella, encendiéndola y apagándola. Me resulta extraño este palito de luz automática, si en casa tuviésemos de estas no nos preocuparían los apagones repentinos ni tendríamos que usar las velas que más de una vez han sido las culpables de un incendio alimentado por el polvo de carbón que se deposita por todos lados. Acabo dejando la linterna tranquila porque los demás me miran con caras extrañas y porque sospecho que funciona con pilas y no quiero gastarlas.

Justo nada más salir vemos las caras de los tributos muertos en la proyección del cielo. Siento un alivio tremendo al ver que Katniss no está entre ellos. La verdad es que ya me imaginaba que estaría viva y correteando por ahí, pero tener la certeza me quita un enorme peso de encima. Hay 11 muertos, uno menos de la mitad. Estamos andando durante un par de horas más o menos, buscando tributos para cazarlos. Esta vez es la chica del 2, Clove, la que se tiene que quedar a vigilar el campamento a regañadientes. Supuestamete yo les acompaño para indicarles pistas sobre donde puede estar Katniss, pero creo que la otra razón es que todavía no se fían de mí, no quieren que pueda robar provisiones y salir huyendo tan feliz.

En varios momentos seguimos varias huellas de botas, pero ninguna de ellas resulta ser un rastro fiable y no encontramos a nadie. Creo que el movimiento de la antorcha de Marvel es suficiente como para alertar a cualquier tributo que esté cerca. Cato se acaba dando cuenta y le quita la antorcha para llevarla él. Desde entonces avanzamos más deprisa. También me preguntan varias veces si reconozco algún lugar por el que pueda haber pasado Katniss y yo niego con la cabeza porque es verdad, me estoy fijando pero no encuentro nada. Si no quiero que desconfíen de mí, mañana por a tener que inventarme algo.

Finalmente, vemos el resplandor anaranjado de una hoguera a lo lejos. Vamos hacia allí aunque estamos lejos y por un momento creo que vamos a llegar tarde porque está a punto de amanecer, pero el fuego aún está crepitando cuando nos acercamos. Acechamos desde las sombras y cuando confirmamos que el tributo está dormido, Cato se abalanza sobre él y los demás le seguimos. En realidad es una chica, no sé de que distrito. Debe de tener unos 15 años y su pelo es tan rubio que parece blanco. Sus ojos se abren al máximo cuando las despertamos con nuestras pisadas y su cara se vuelve una mueca de desesperación. Intenta retroceder, pero tropieza y cae al suelo. Unos lagrimones enormes le caen por la cara cuando empieza a balbucear una súplica:

-Por favor, por favor...-Consigue decir antes de que se le quiebre la voz por miedo y suelte un gemido.

Estas son sus últimas palabras, ya que Cato no pierde el tiempo y le clava la espada en el estómago. La chica suelta un último grito desesperado y conserva esa expresión de terror aún después de que el metal se hunda en su carne. Los demás gritan y vitorean a Cato por su proeza.

-¡Uno menos, quedan doce!-Grita Marvel entusiasmado,

Me siento confuso y mareado, no entiendo como lo celebran...Yo no siento más que ganas de vomitar en este momento y no puedo olvidar la mirada de súplica de la chica, sus ojos brillantes y sus palabras pidiendo compasión, su último grito al encontrarse con la muerte...Tampoco puedo olvidar la sangre fría de Cato, el momento en el que sesgó una vida sin sentimiento aparente su rostro. Ni siquiera había ira, tan solo una profunda y muda indiferencia.