Capítulo 52

Siento haber tardado tanto en subir el capítulo, pero bueno, este es más o menos largo, así que queda compensado. Disfrutad :)

Me despierto poco a poco, volviendo lentamente al mundo real. Cuando mi mente se despeja, me acuerdo de todo: las bayas, el jarabe y...el festín.

-¡Katniss!-Grito preocupado.

Me incorporo dentro del saco de dormir buscándola con la mirada y no tardo en darme cuenta de que ella está aquí, en la cueva. Verla no me alivia, porque está tumbada sobre un charco de sangre que creo que ha salido de una fea herida en su cabeza y está muy pálida.

-¡Katniss!-Repito.

Me levanto rápidamente y me arrodillo a su lado. Cojo su mano y no me tranquilizo hasta que noto que su pecho se mueve arriba y abajo. Todavía respira, así que está viva. Tengo que repetirme esto un par de veces para que la angustiosa sensación que tenía dentro de mi desaparezca. Un par de lágrimas de alivio caen por mis mejillas y entonces noto lo fría que está su mano. Por primera vez reparo en está anocheciendo y que la poca luz que entra procede de un anaranjado sol que se esconde por el horizonte. También noto el frío que me muerde la cara y las manos y me deja helado en un instante.

Sin embargo, no me preocupo por mi, si no por Katniss, que parece mucho más pequeña e indefensa que nunca. Por primera vez, soy yo el que ahora debo cuidarla a ella, los papeles se han intercambiado. No me atrevo a encender un fuego por si la han seguido hasta aquí, pero si que le quito las botas y los calcetines empapados y la arrastro hasta meterla dentro del saco de dormir. No se inmuta para nada mientras lo hago, continúa profundamente dormida. Rebusco en su mochila naranja en busca del botiquín y no tardo en encontrarlo.

Mojo una bola de algodón con desinfectante y limpio su herida de la cabeza. Como aún sigue sangrando débilmente, decido vendarla también. Busco más magulladuras visibles, pero no encuentro nada más. Al fin y al cabo, Katniss no ha salido tan mal parada en el festín. Intento enfadarme con ella, pero no lo consigo, estoy demasiado feliz por verla a mi lado.

Reparo por primera vez en una jeringuilla que hay tirada en el suelo de la cueva. La recojo con cuidado de no pincharme y veo que está vacía. ¿Qué es esto? Se me ocurre mirarme el brazo y allí la veo, la débil marca de la aguja. Así que al final lo ha conseguido, Katniss ha conseguido mi medicina en el festín y ha salido relativamente ilesa. Me levanto la pernera del pantalón con cuidado y examino mi pierna. Aún duele, ya he perdido la esperanza de que el dolor se vaya alguna vez del todo, pero si que ha disminuido notablemente y la hinchazón ha desaparecido.

Me siento muy bien, mejor de lo que he estado en todos estos días y mejor de lo que podía imaginar que llegaría a estar cuando el pus salía a borbotones de mi herida. Con el antídoto, no creo que la infección de la septicimia se me vaya a extender. Tengo que aguantarme las ganas de gritar de alegría para no despertar a Katniss.

Siento un rugido en el estómago y decido que tengo hambre. Rebusco otra vez en la mochila y encuentro los trozos de granso que Katniss me ha estado intentando hacer comer durante todos estos días. Los devoro con avidez y cuando estoy acabando con el tercer muslo, unas oscuras nubes cubren el cielo y tapan la luna que acaba de salir, dejando la cueva casi totalmente a oscuras. Escudriño el cielo y lo que buscaba en él no tarda en aparecer a la vez que suena el himno del Capitolio. La cara de Clove encima de un enorme dos se hace visible entre las nubes. Después, el cielo se vuelve a quedar oscuro, no ha habido más muertes.

Supongo que la muerte de una profesional es una buena noticia, pero no puedo evitar pensar que me habría llevado una bonita sorpresa si hubiera aparecido también junto a la cara de Cato. De todas formas, ahora nosotros somos el único equipo, aparte de nosotros, ya solo quedan tres tributos de diferentes distritos.

Unos súbitos relámpagos iluminan momentáneamente el interior de la cueva que retumba debido a los truenos que siguen. No tarda en empezar a llover y el agua se cuela entre las rocas que tenemos sobre nuestras cabezas. No me veo capaz de quedarme quieto ahora que la pierna ya no me duele tanto, así que busco algo que hacer. Encuentro unas gafas de visión nocturna en la mochila y me las pongo. Ahora veo con claridad por donde se cuela la lluvia y me devano los sesos en una manera de remediarlo. Con ayuda de un chubasquero que también estaba en la mochila, unas cuerdas para trampas y más rocas, consigo crear algo así como un techo que nos proteja del agua. No ha quedado lo que se dice muy bien, pero al menos es eficaz.

Al cabo de un par de horas, estoy convencido de que la tormenta no puede ser natural, demasiada agua en muy poco tiempo, se ha desbordado hasta el río. Me meto en el saco porque me estoy quedando helado y consigo dormir un poco, creo que el efecto del jarabe no se ha ido del todo a pesar de que me he tirado todo un día entero durmiendo.

La luz del alba hace que me despierte de nuevo unas horas después. Aún sigue lloviendo y no parece que vaya a parar. Cambio el vendaje de la herida de Katniss que está manchado de sangre y lo sustituyo por otro limpio. Arreglo un poco nuestro techo improvisado y como no me queda nada más que hacer, me quedo mirando llover a través de la abertura de la cueva. Al rato, oigo que Katniss se revuelve en el saco de dormir y voy junto a ella. Acaricio su mejilla, pero ella no se despierta.

-Katniss.-Susurro suavemente.-Katniss ¿Me oyes?

Abre los ojos sobresaltada y me escudriña con la mirada vidriosa como si estuviese intentando recordar donde está.

-Peeta.-Dice al fin sonriendo.

-Hola. Me alegro de verte de nuevo los ojos