Capítulo 50

¡Por fin el capítulo 50! Cuando empecé el blog, nunca me imaginé que llegaría hasta tantos capítulos y me gustaría dedicarlo a todos vosotros, los que leéis los capítulos diariamente y a los que me odiáis cuando no los subo a tiempo. ¡Muchas gracias a todos! :)

Cuando le pido a Katniss que me cuente el día más feliz de su vida, se queda descolocada. Intenta recordar y al final me dice:

-¿Te he contado alguna vez cómo conseguí la cabra de Prim?

Sacudo la cabeza. ¿Cómo me lo iba a contar? Ni siquiera sabía que tenían una cabra. Me doy cuenta de que es la primera conversación decente que tenemos entre nosotros, estamos hablando de algo normal como cualquier otra pareja. Es lógico, teniendo en cuenta que nunca habíamos hablado antes de la cosecha y que hasta hace unos días se suponía que teníamos que matarnos entre nosotros.

-Fue el día antes del décimo cumpleaños de Prim. Yo quería comprarle algo especial a mi hermana, pero no tenía dinero, lo poco que me quedaba ahorrado apenas era suficiente para comprar un lazo, y me parecía poco. Revolviendo entre la ropa de mi madre, buscando algo viejo para vender, encontré una pequeña cajita en el fondo del armario. Dentro había un medallón de plata, no sabía que teníamos algo tan valioso en casa. Le pregunté a mi madre y me contó que era de sus días de boticaria en la ciudad, se lo trajo a la Veta como un recuerdo. Me dijo que ya casi se había olvidado de él y que si me gustaba podía quedármelo. Es lo que hice, pero en lugar de guardármelo, lo vendí. Conseguí una buena oferta y saqué por él mucho más de lo que esperaba. Al final del día, guardaba más dinero en los bolsillos del que había tenido nunca. Me daba un poco de cosa gastármelo en un regalo, pero si era para mi hermana no importaba, Prim merecía tener algo tan bonito como ella.

No sé por qué, pero la historia de Katniss me suena a mentira, todo eso del medallón encontrado de repente parece muy artificial. Si hubieran tenido algo tan valioso en casa, lo habrían vendido en la época en la que le di el pan, cuando ella y toda su familia estaban muertas de hambre. Sin embargo, me callo y le dejo continuar. Me siento mejor ahora, porque el cuento me distrae del dolor.

-Con el dinero que tenía, pensaba comprar tela para un vestido bonito, cuando pasamos delante del hombre de las cabras ¿Sabes quién es?

-Sí, el viejo gruñón, le solemos comprar leche para hacer algunas tartas.

-Sí, ese. Bueno, pues ese día, una de sus cabras, blanca con manchas negras, estaba enferma, y se me ocurrió una idea alocada. Quería esa cabra para Prim. Me acerqué a examinarla y el hombre de las cabras me dijo que un perro salvaje la había mordido en la pata y que iba directa a la carnicería.

-¿A la de Rooba?-Rooba es la carnicera, es amiga de mi madre porque nuestras tiendas están en la misma calle. Es una mujer muy agradable, siempre me daba algún caramelo cuando era pequeño e iba a su casa a jugar con su hijo.

-Sí. Ella me ayudó a conseguir la cabra, le dijo al viejo que no pensaba vender carne podrida en su carnicería, y no estaba tan mal. Total, que al hombre no le quedaba otra opción que vendérmela a mi. Tardamos más de media hora en acordar el precio, pero al final conseguí llevarme la cabra. Estaba tan feliz que hasta me gasté el resto del dinero en un lazo rosa para atarlo al cuello del animal. Jamás se me olvidará la cara de Prim al ver su regalo, empezó a llorar y a reír a la vez. Recuerdo que mi madre y ella se pusieron a trabajar para curar su pata, aplicando brebajes y hierbas.

-Suenan como tú.-Digo.

-Oh, no, Peeta, ellas saben hacer magia. Esa cosa no podría haberse muerto ni queriendo.-Me responde y acto después de decirlo, se muerde el labio arrepentida.

-No te preocupes, que no quiero.-Tranquilizo.-Termina la historia.

-En realidad eso es todo. Prim llamó a la cabra Lady, y esa noche durmió con ella junto al fuego. Antes de dormirse, Lady le lamió la mejilla, como beso de buenas noches. Ya estaba loca por ella.

-¿Todavía llevaba puesto el lazo rosa?-Pregunto.

-Creo que sí ¿Por qué?

-Intento imaginármelo. Ahora entiendo por qué fue un día feliz.

Y consigo imaginarlo. En realidad, quiero tener la imagen en mi memoria para luego pintarla y poder hacerle a Katniss un bonito regalo. Ojalá tuviera aquí papel y lápiz.

El sonido de las trompetas nos sobresalta a los dos. Katniss sale de la cueva para oír el anuncio mejor.

-Queridos tributos restantes de los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre, os informo de que mañana se celebrará un banquete en la Cornucopia, al alba. Una cosa más, puede que algunos ya estéis rechazando mi invitación, pero no se trata de un banquete ordinario. Cada uno de vosotros necesita una cosa desesperadamente. Pensadlo bien, para algunos de vosotros será vuestra última oportunidad.

Me quedo asimilando las palabras de Claudius, un banquete...donde estará mi medicina. No puedo permitir que Katniss arriesgue su vida por mi, eso es todo lo contrario a mi propósito en los juegos que era protegerla. Pienso morir antes de dejar que ella se acerque a ese baño de sangre. Si va de todas maneras, no me va a impedir que la siga, como si es arrastrándome por el suelo. Mientras esté conmigo, no va a ir a ninguna parte.