Capítulo 61

Lo siento, sé que este es muy corto :( No es por vaga ni nada, pero es que quiero reservar la pelea final para que ocupe ella solita un capítulo, solo eso. Disfrutad :)

Alguien me zarandea el hombro y me despierto sobresaltado. Los grises ojos de Katniss me devuelven la mirada y detrás de ella puedo ver que está a punto de amanecer.

-He dormido toda la noche. No es justo, Katniss, deberías haberme despertado.-Protesto.

-Dormiré ahora. Despiértame si pasa algo interesante.-Contesta ella y se mete dentro del saco sin dejarme terminar.

Aún así, estoy muy agradecido porque Katniss me haya dejado dormir un poco más, realmente lo necesitaba y ahora me siento mucho mejor para enfrentarme a lo que nos espera. Como anoche estaba demasiado cansado para cenar, hoy me muero de hambre, así que me zampo gran parte del conejo y algunas de las raíces que recolecté.

Espero con el cuchillo en mano a ver aparecer a nuestro amigo Cato, pero este no da señales de vida en todo mi turno. La pierna me tiene preocupado, la caminata de ayer no le ha sentado nada bien y me está doliendo bastante. Algo me lleva a retirarme los vendajes y lo que veo no es bueno, la herida no está infectada, pero sigue muy roja y me arde. Decido dejarla un rato destapada, porque el aire fresco me reconforta un poco y termino la crema que Katniss tenía para las quemaduras, lo que reduce un poco la hinchazón. Decido vendármela de nuevo, porque sé que no va a haber más noches en la cueva y no quiero que Katniss se preocupe por mi y decida retrasar nuestra partida inutilmente. Algo que me dice que hoy es el último día que pasamos en la arena, todo Panem está pendiente de nosotros y los Vigilantes no querrán aumentar más la tensión.

Algo antes de mediodía, Katniss se despierta y sin casi decir palabra, nos ponemos en marcha. Antes de irnos, dedico una última mirada a la cueva. Puede que no sea demasiado, pero estos últimos días ha sido como un hogar para mí. Aquí di mi primer beso, el mejor que podía imaginar.

Decidimos que, antes de nada, podemos ir a lavarnos al arroyo. Nunca he estado tan sucio en mi vida, el flequillo está tan tieso que se me pega a la frente y todavía tengo barro pegado a la piel, sin contar toda la sangre seca, mía y de más gente, que no me se ha ido de la ropa. Cuando llegamos a donde debería estar el arroyo, lo primero que pienso es que nos hemos equivocado de lugar, porque aquí lo único que hay es una gran zanja vacía que parece imposible que haya podido contener agua. Katniss se acerca y pone la mano en el árido suelo.

-Ni siquiera está un poco húmedo, tienen que haberlo drenado mientras dormíamos.-Me informa.

-Quieren que vayamos al lago.-Adivino.

Así que es lo que hacemos. Acordamos que es mejor ir ahora que tenemos reservas de agua y comida, además de que estamos descansados. Es curioso lo perdido que me sentía en la arena los primeros días. Después de tanto tiempo, soy casi capaz de orientarme en este bosque y puedo decir perfectamente en que dirección está el lago. El sol se pone por el horizonte cuando por fin llegamos. Lo primero que hacemos es llenar las botellas de agua y luego discutimos qué podemos hacer.

-No nos conviene luchar contra él a oscuras.-Apunta Katniss.-Sólo tenemos unas gafas.

-Entonces ¿volvemos a la cueva?

-Vamos a darle otra media hora o así, después nos escondemos.

Nos sentamos en el duro suelo y esperamos. No se oye nada y el silencio es apremiante y angustia. Parece que Katniss también lo siente porque sin venir a cuento, empieza a silbar una dulce melodía de cuatro notas. Los sinsajos de la zona se callan atentos y luego la repiten. Escuchar a los pájaros nos tranquiliza a los dos, dicen que la música es un analgésico natural y creo que entiendo por qué. Esta ayuda a quitarse pesos del corazón, parecido a cuando compartes un gran secreto con un amigo. Casi nos hemos olvidado de todo cuando entre los silbidos de los sinsajos se mezcla otro sonido, un grito. La magia se rompe y nos ponemos en pie de un salto, preparados para enfrentarnos a Cato.