Capítulo 62

Una cosa antes de nada, he recibido bastantes ofrecimientos de ayuda (muchas gracias a todos) y voy a esperar para elegir, creo que al final habrá más de uno, pero sabed que lo decidiré antes de este sábado.
Ahora, disfrutad con el capítulo ;)

Veo como Katniss carga una flecha en el arco y dispara contra Cato. La flecha rebota como al impactar en su pecho y cae al suelo.

-¡Tiene alguna clase de armadura!-Me grita Katniss.

Cato se dirige directamente hacia nosotros y preparo el cuchillo, dispuesto a atacar, pero él pasa de largo y continúa corriendo como si no nos hubiera visto. No entiendo que está ocurriendo e intento seguirlo con la mirada, pero un grito me distrae. Katniss a mi lado está blanca como la cera y se ha quedado paralizada, los ojos fijos en algún punto del bosque. Miro hacia allí y entonces lo veo, una manada de criaturas enormes y letales.

Salgo corriendo un momento más tarde que Katniss, pero siento un latigazo de dolor en la herida y acabo saltando a la pata coja sobre la pierna buena. Intento seguir a mi compañera, pero casi no la veo y termino arrastrándome a ciegas hacia delante. Siento a los mutos muy cerca, están detrás de mi y me están dando alcance. Ya puedo oír sus pesadas respiraciones y el ruido sordo que hacen al pisar el suelo. Hay muchos, al menos unos veinte.

Sigo moviéndome, ahora veo la Cornucopia dorada a unos diez metros de mi. Voy hacia allí tan rápido como puedo, entonces, entre el reluciente metal, distingo una silueta. Una flecha pasa rozándome la cabeza y oigo el impacto en la carne y el chillido de dolor de una bestia detrás de mi.

-¡Vete, Katniss, vete!-Rezo para que me haga caso y no se quede a ayudarme. Me alivia ver que ella empieza a trepar y se pone a salvo.

Por fin llego yo también a la Cornucopia. No sé cómo voy a subir hasta arriba, pero lo intento. Sujeto el cuchillo con los dientes para que no me impida sujetarme y empiezo a trepar. El metal arde, pero esto es casi una ayuda, porque para evitar quemarme, subo más rápido. Al llegar a la altura de Katniss, esta me recoge y me impulsa hacia arriba. Cato está derrumbado en el suelo, tosiendo y con la cara roja por el esfuerzo. No nos preocupamos por él, sino por los mutos. Estos se están reagrupando y puedo contarlos. Hay veintiuno en total.

Un muto de pelaje rubio salta hacia nosotros, pero por suerte, no nos llega a alcanzar por tan solo unos metros.

-¡Es ella!-Grita Katniss.

-¿Quién?-Pregunto al no ver a nadie.

Pero no contesta y mira a los mutos con los ojos muy abiertos poniendo una mueca de terror, asco y pena.

-¿Qué pasa Katniss?-Insisto porque me está empezando a asustar más de lo que ya estaba.

-Son ellos, son todos ellos. Los otros, Rue, la Comadreja y...son todos los demás tributos.

No entiendo lo que me dice hasta que veo todos los mutos tienen un collar en el cuello con un número pintado. Un número de uno al once. Y hay veintiuno, como los tributos muertos. Me fijo en sus ojos, son humanos y destacan en el rostro de las bestias. Esto es, más que sus garras o sus colmillos, lo que más me asusta.

-¿Qué les han hecho?-Pregunto a Katniss.-¿Crees...crees que son sus ojos de verdad?

Ella no puede contestar porque otro muto salta hacia nosotros. Este no me alcanza, pero otro que no había visto venir me muerde la pierna sana y me arrastra hacia abajo. Katniss me sujeta y tira de mi, pero no es lo suficiente fuerte. Muevo mi cuchillo en todas direcciones y por suerte, una de las veces este se hunde el la carne del muto y me suelta. Consigo subir de nuevo a lo alto del cuerno y me concentro en cortar el flujo de sangre de la nueva herida. En un descuido de Katniss, que está manteniendo a los mutos a raya, una sombra se abalanza sobre mi y un brazo se ciñe alrededor de mi cuello. No puedo respirar, ni tampoco moverme, Cato me tiene inmovilizado. Intento liberarme, pero lo único que consigo es arañarle el dorso de la mano.

Katniss se da cuenta de lo que pasa un segundo después. Levanta el arco con una flecha cargada, pero se queda quieta, mirando fijamente a Cato con los labios muy apretados. En evidente que no va a dispararle, porque entonces yo caigo con él. Quiero decirle que lo haga, que dispare y se salve, pero no puedo hablar. Pongo una mirada de súplica que se limita a ignorar completamente.

Noto la cabeza embotonada y la sangre me late muy fuerte en las sienes. Los pulmones me arden y siento que me van a estallar. La dura armadura de Cato se me clava en la espalda, porque me tiene aprisionado contra él. En comparación, su mano que me agarra por el cuello es mucho más suave y blanda, es evidente que la armadura no le llega hasta ahí porque si no tendría la sensación de estar siendo estrangulado por una mano de hierro.

La flecha de Katniss sigue apuntándonos, su punta brillante me llega a la altura de los ojos. Entonces, de repente, se me ocurre una idea. Reúno todas mis fuerzas para ordenarle a mi cerebro que eleve mi dedos manchados de sangre. Lentamente, estos se dirigen a la mano de Cato que me aprisiona el cuello. Dibujo una equis en el dorso, esperando que Katniss entienda lo que significa. Al parecer lo hace, porque lanza la flecha a la mano de Cato, este suelta un grito y afloja la presión, momento que utilizo para liberarme. Antes de que se recupere, le empujo fuera del cuerno y cae al suelo produciendo un golpe sordo.