En Llamas: Capítulo 1

¡Hola! ¡Ya he vuelto! ¿Qué tal todo, tributos? Siento haber tardado tanto en ponerme a escribir, lo que pasa es que con tanto calor me da pereza ponerme a escribir jajaja Bueno, ya tenéis el primer capítulo de En Llamas :) Me siento como empezar de nuevo el blog, que aunque parezca poco tiempo, Así lo ve Peeta tiene ya casi cinco meses. Quería daros las gracias por continuar aquí y haber aguantado 71 capítulos que saqué del primer libro, para mi significa mucho. Por último, también quiero agradecerles a mis tres colaboradores el tiempo que dedican a buscar noticias y a publicarlas, ellos han mejorado mucho este blog :)

Ahora ya os dejo leer el capítulo, espero que os guste :)

Sumerjo el pincel una vez más en la oscura tinta y lo muevo lentamente por el lienzo, dejado impresa una oscura línea en el inmaculado papel. Respiro hondo intentando calmarme y me concentro en pintar. Los recuerdos de mi última pesadilla siguen recientes en mi, el horror nunca se va del todo, este permanece ahí aún cuando ya estoy levantado. Nunca consigo recordar mis sueños, lo único que siento es una sensación angustiosa, una terrible oscuridad permanente que me deja inmovilizado. Cuando creo que ya no voy a aguantar más, despierto bruscamente empapado en sudor.

Aclaro el pincel en un vaso de agua transparente que se vuelve turbia al instante. Antes de cambiar de color, mezclo dos tintes diferentes para crear la tonalidad que quiero. Pincelada a pincelada, los latidos de mi corazón van volviendo a su ritmo normal. Este trabajo es la única vía de escape que he podido encontrar para olvidarme momentaneamente de la realidad en la que vivo. Bueno, esto y hornear pan.

No sé bien que hora es, pero aún no ha amanecido. Agradezco que esta nueva casa en la Aldea de los Vencedores tenga electricidad permanente porque si no me sería imposible pintar de noche. Supongo que podría usar velas si estas no me recordasen demasiado al incendio que casi acaba con nosotros en la arena. No, esa no es la verdadera razón. Lo cierto es que ahora el fuego solo me hace pensar en ella, en la chica en llamas y en el espectacular traje que llevaba el día del desfile.

Aparto estos pensamientos de mi cabeza y me concentro en el cuadro hasta que los primeros rayos de sol entran por la ventana y sumergen la habitación. Apago la luz porque ya no es necesaria y echo una última mirada al lienzo. Todavía no está terminado, pero ya se aprecia una silueta que conozco demasiado bien. Tal vez no debería pintarla, tal vez eso solo mantenga vivos recuerdos que no van a volver; sin embargo, ella es lo único que tengo en la cabeza y casi lo único que soy capaz de representar en papel.

Dejo el fino pincel cuidadosamente sobre la mesa, según Portia, este es de pelo de camello y es muy valioso. Antes nunca me lo habría podido costear, no como ahora, que soy asquerosamente rico. Me desprendo del pijama y me visto con lo primero que encuentro. La casa está muy silenciosa, todos deben de estar todavía durmiendo. Salgo sin hacer ruido y cruzo la calle empedrada hasta llegar a la plaza. Hace frío y el cielo está cubierto de nubes blancas que presagian nieve.

Antes de llegar a mi destino, me cruzo con un par de personas madrugadoras que se dirigen a trabajar. Aún es demasiado pronto para los mineros, sin embargo, todos los comerciantes se ven obligados a abrir a estas horas. Me cubro la cara con la capucha, en parte para protegerme del frío viento y en parte para que nadie me reconozca. Ahora también soy famoso.

Por fin llego a la panadería y abro la puerta, congelándome la mano durante breve momento en que esta permanece fuera del bolsillo. Entro en el familiar local y paso por detrás del mostrador hacia donde está la cocina. Enciendo el horno en un momento y poco a poco este va calentando la tienda. Deposito el abrigo sobre una silla y me pongo al trabajo. Antes de nada, reviso que tengamos suficiente harina por si fuera necesario salir a por más. Aún quedan dos sacos repletos en el almacén, de momento es suficiente.

Con movimientos expertos, mezclo harina con agua y le añado un poco de levadura. Estoy en ablandar la masa formada cuando suena la campanilla sobre la puerta. Levanto la cabeza esperando ver a algún cliente y en vez de eso me encuentro con mi padre y con mi hermano mayor, Liam.

-Me imaginaba que estabas aquí.-Dice mi padre a la vez que se acerca.

Durante estos últimos meses, me he sentido más unido a él que nunca. Siempre supe que él me apoyaba cuando estaba en los juegos y desde que volví, me ha reconfortado con su sola presencia. Aunque no lo haya mencionado más veces, yo sé que los dos hemos pasado por la misma situación.

Mi hermano Liam me dirige una cálida sonrisa. La actitud de mis hermanos conmigo ha cambiado mucho, ahora me tratan con respeto. Al principio pensaba que era por haber ganado los juegos, más tarde entendí que les he proporcionado una vida mejor. Ninguno de ellos tendrá que trabajar en las minas cuando el negocio vaya mal, ni tampoco se verán obligados a pasar hambre. Yo les he salvado de la penosa vida que tienen los demás habitantes del distrito 12. En realidad, ni siquiera sería necesario seguir manteniendo la panadería, lo hacemos porque ninguno tenemos ninguna obligación.

-Trae, déjame.-Mi padre toma el relevo con la masa y me limpio las manos en el delantal.

Ahora tenemos más trabajo que antes, ya que mi otro hermano, Josh, puede quedarse durmiendo hasta que empieza el colegio y ya no está obligado a venir a la panadería por las tardes, aunque a veces lo haga si no tiene demasiados deberes. Mi madre tampoco se pasa mucho por aquí, ella es ahora la que lleva las cuentas y se dedica a hacer las compras y a ocuparse de la casa.

El calor del horno es abrasador y antes de ponerme con otra tarea, salgo a la calle a que me de el aire. El jardín trasero está igual que antes, con nuestro debilucho manzano, ahora sin hojas, presidiendo el espacio. Antes teníamos un par de cerdos que comprábamos de lechones y cuidábamos hasta que se podían vender o comer. Ahora ya no es necesario y el recinto cerrado en el que los guardábamos está vacío. El frío pronto me hace regresar adentro.

-Ya no tenemos frutas frescas, así que lo mejor será que hagáis tartas de chocolate, queso o cualquier otra especialidad de invierno.-Nos sugiere mi padre.

Mi hermano me tiende la masa de bizcocho que había estado mezclando y yo la vuelco en varios moldes. Los introduzco en el horno y dejo que se hagan. Mientras Liam prepara el sirope, yo ayudo a mi padre a hornear en el fuego las barras de pan y en seguida tenemos listas la primera tanda. Un delicioso olor llena el ambiente y colocamos el pan en el mostrador, los primeros compradores estarán al llegar. Pienso entonces en que debería hacerle una visita a alguien y meto una de las barras recién hechas en una bolsa.

-Enseguida vuelvo.-Anuncio antes de salir por la puerta.

Ha empezado a nevar y los pequeños copos me lamen las mejillas. Vuelvo a ponerme la capucha para evitar acabar empapado y deshago el camino que lleva a la Aldea de los Vencedores intentando no resbalar con el hielo que se empieza a formar en el camino.