En Llamas: Capítulo 8

¡Hola! Quiero deciros que siento mucho mucho no haber subido capítulo hasta ahora y que entiendo que penséis que soy una impresentable >.< Pero bueno, ya he escrito este y es más o menos larguito. Espero que os guste :)

Por fin noto como la velocidad del tren disminuye hasta frenar con un ligero chirrido. Ya hemos llegado. Antes de salir recuerdo coger el papel donde apunté el discurso para el Distrito 11. En realidad no es un discurso propiamente dicho, si no solo un par de anotaciones para que no se me olvide mencionar nada. Sé que los tributos muertos de este distrito fueron especiales para Katniss: la pequeña Rue por ser su aliada y Thresh por salvarle la vida; así que lo menos que podemos hacer es decir unas cuantas palabras en agradecimiento, aunque suenen huecas.

Me reúno con Katniss y los demás y todos bajamos del tren. Nos guían al Edificio de Justicia, un lugar hecho de piedra resquebrajada con el tiempo y enredaderas aferradas al muro. Recorremos sus pasillos de mármol hasta llegar a la entrada principal, hasta donde llega la melodía del himno del Capitolio, un sonido que he llegado a odiar: cada vez que sonaba en la arena, significaba saber quién había muerto.

Emocionado por el recuerdo, agarro a Katniss de la mano y me da seguridad. Después de que el alcalde nos presente, salimos a la plaza. Esta está llena de gente mirándonos, la mayoría (me parece a mi) con odio. Debería estar nervioso, pero no lo estoy. Noto que la mano de Katniss me empieza a apretar y al mirarla de reojo veo que se ha quedado pálida. Sigo la dirección de su mirada y entiendo lo que ha pasado, las familias de los tributos muertos están situadas en una zona especial. No cuesta identificar a los hermanos de Rue, son todos tan pequeños y frágiles como ella, además de que tienen ese mismo brillo en los ojos oscuros.

El alcalde da un discurso en nuestro honor en el que se nos presenta como a los héroes que, por lo menos yo, no soy. Dos niñas pequeñas nos ofrecen sendos ramos de flores a ambos y el alcalde nos pasa un micrófono a cada uno. En la plaza se hace el silencio y como sé que Katniss no es muy dada a hablar, tomo la delantera.

-Muchas gracias a todos vosotros por la bienvenida.-Empiezo, y no puedo evitar sentir que mis palabras suenan demasiado falsas. O tal vez el falso sea yo.-Es un honor estar aquí, en este hermoso distrito, tan diferente al nuestro. Al estar entrar aquí me he acordado enormemente de Thresh y de Rue, y siento que tan solo puedo decir cosas buenas de ellos. Los dos eran muy diferentes, pero tenían dos cosas en común: la valentía y la nobleza. Estas sin duda fueron dos de las cualidades que les permitieron quedar entre los ocho finalistas, pero no es por eso por lo que yo les recuerdo. Siempre tendré una deuda con ellos dos que nunca podré saldar: tanto Rue como Thresh mantuvieron con vida a Katniss, y sin su ayuda ninguno de nosotros estaría aquí para contarlo.-Se me ocurre entonces una cosa que ya me llevaba rondando un tiempo por la cabeza. No sé si es una buena idea, ni siquiera sé si está permitido, pero tengo que intentarlo. Digo las palabras antes de tener tiempo para darle más vueltas.-Aunque no servirá para compensar vuestras pérdidas, como muestra de agradecimiento, me gustaría darle a cada una de las familias de los tributos del Distrito 11 un mes de nuestras ganancias cada año durante el resto de nuestras vidas.

La reacción es inmediata. Por toda la plaza se extienden murmullos y cuchicheos que van aumentando de nivel hasta que el alcalde se ve obligado a pedir silencio. Las familias se miran entre ellas con expresión de no poder creérselo y Katniss me mira con los ojos muy abiertos. Pienso que tal vez debería haberle preguntado antes, pero no creo que le parezca mal. Le sonrío tristemente y ella hace algo inesperado: se pone de puntillas y me besa. Definitivamente, no le parece mal. El alcalde se adelanta para cerrar la ceremonia, pero antes de que pueda darla por concluida, Katniss se suelta de mi mano y corre hasta el centro de escenario al grito de “¡Esperen!”. La multitud vuelve a guardar silencio y espera.

Entonces, de la nada, Katniss se saca un discurso mucho más personal y emotivo que el mío. No es un discurso muy largo y las palabras le salen atropelladas, pero el efecto en la multitud es increíble. Cuando Katniss termina, la gente se queda completamente callada, mirándola con expresiones que van desde la sorpresa hasta la aceptación pasando por algo que parece determinación. Entonces, como surgida de la nada, la melodía de cuatro notas que cantaba Rue se eleva desde algún punto entre la multitud y resuena por toda la plaza. Desde donde estoy, consigo ver quién la silba: un hombre anciano y arrugado que se apoya en un bastón de madera nudosa. Cuando el sonido se extingue, pasa algo solemne que me influye cierto temor. Al mismo tiempo, todas las personas asentadas en la plaza se llevan los tres dedos centrales de la mano izquierda a los labios y los extienden en dirección a Katniss. Justo como pasó en el Distrito 12 cuando se presentó voluntaria para salvar a su hermana. Justo como hizo ella para despedirse de Rue en la arena.

No nos dejan añadir nada más, un empleado del Edificio de Justicia nos saca casi a rastras del escenario. Quiero decirle algo a Katniss, pero entonces veo que tiene la cara descompuesta como si estuviese a punto de vomitar.

-¿Estás bien?-Pregunto preocupado.

-Mareada, el sol brillaba mucho.-Responde, pero noto que es mentira, nunca se le ha dado bien mentir. Intuyo que algo va mal, pero no sé lo que es.-Se me han olvidado mis flores.-Masculla Katniss al ver las que llevo en la mano.

-Voy a por ellas.-Me ofrezco.

-Puedo hacerlo yo.

Katniss se da la vuelta y entra de nuevo en el escenario de la plaza. Subo detrás de ella y no entiendo lo que veo, el anciano que silbó la melodía está de rodillas en los escalones centrales rodeado por dos agentes de la paz. Sigo sin entender nada hasta que oigo el sonido de un cañonazo y el anciano se desploma sobre el escenario, manchando de sangre el suelo de madera.